LIMA.- Mito: la disconformidad frente al modelo económico. La trepada de Ollanta Humala, que lo consagró como el ganador de la primera vuelta electoral, podría hacer creer que existe un descontento general con el actual modelo económico.

Falso. Si asumiéramos que absolutamente todos los votantes del humalismo lo cuestionan, ese indicador de disconformidad no llega sino al 30% del electorado.Es decir, más de las dos terceras partes de los votantes han manifestado sus preferencias por candidatos que, con matices, lo defienden. Por eso, el propio Humala tuvo, en más de un discurso y declaración, que desmarcarse de los postulados radicales que contiene el plan de gobierno de Gana Perú.

Mito: el electorado se deja llevar por actitudes y gestos populacheros. Tanto Keiko Fujimori como Humala mantuvieron sobriedad en sus presentaciones. Ninguno tuvo que ser toqueteado por supuestos simpatizantes ni lanzarse al piso para intentar bailar un forzado reggaeton. Alejandro Toledo se fue literalmente en picada por más campechano que intentó mostrarse.


Verdad: la imagen familiar inspira confianza. Temas delicados y polémicos como las bodas gay y el aborto terapéutico generarían más rechazo que adherencias. Las propuestas llegadas desde Perú Posible con respecto de estos temas coinciden con el inicio de la vertiginosa caída de la candidatura de Toledo. Por su parte, Humala, siempre pegado a su esposa y refiriéndose permanentemente a sus hijas, al igual que Keiko Fujimori con su esposo Mark, enfatizaron su imagen de familia consolidada.


Verdad: el discurso autoritario sigue vigente. Las posturas autoritarias pesan por lo menos tanto como las democráticas. Más de la mitad del electorado apoyó en estas elecciones ese tipo de discursos. La democracia institucional no es un valor definitivo entre los electores peruanos. Las debilidades institucionales del sistema nutren el autoritarismo que se encarnó en Humala, un militar revoltoso, y en Keiko Fujimori, la hija de un autócrata.

Verdad: la alcaldía de Lima no es un trampolín para la presidencia. Luego de dos exitosos períodos como alcalde de Lima, Luis Castañeda arrancó a la cabeza de las encuestas en estas elecciones. Sin embargo, con él se cumplió lo que algunos llegan a calificar de una maldición: un alcalde de Lima elegido por el voto popular jamás logrará ser elegido presidente de la República.

Verdad: para que un presidente democráticamente elegido vuelva a serlo debe pasar más de un período. Toledo confirmó con su fallido intento de volver a la Casa de Pizarro una característica de la política peruana: no hay mandatario elegido que haya sido reelegido democráticamente con sólo un mandato presidencial de por medio. En política peruana, la historia pareciera señalar que la paciencia es una buena consejera.

Mario Cortijo Escudero
El Comercio
Axact

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