FRANCIA.- Tal como les sucede desde hace más de un año a sus ministros cuando visitan oficialmente el país, también al presidente francés François Hollande, el martes 8 de octubre, le tocó jugar al escondite en Saint-Etienne, en el Loira, para no encontrarse cara a cara con los manifestantes contra la ley Taubira (que en abril introdujo el matrimonio homosexual en Francia) y contra la laicidad a la jacobina impuesta en las escuelas por el ministro de Educación, Vincent Peillon, promotor celante y poderoso de una “religión de estado” destinada a eliminar a las otras.
Dispersados por leer filosofía
La noche anterior, en París, trescientos Veilleurs (los Centinelas, pertenecientes a la Manif pour Tous contra el matrimonio homosexual, que se reúnen desde hace meses en las plazas para meditar sobre temas como “ley y conciencia”, y para leer en voz alta textos filosóficos) fueron dispersados por la policía en la plaza del Palais Royal, no lejos de la sede del Consejo constitucional donde, el 18 de octubre, se decide sobre la posibilidad de introducir la cláusula de conciencia para aquellos alcaldes y sus adjuntos que rechacen celebrar matrimonios entre personas del mismo sexo.
Esta no ha sido la primera vez, y tampoco será la última, en que los Centinelas son dispersados por la fuerza, a pesar de la absoluta tranquilidad y la evidente no-violencia de sus iniciativas.
Se resiente la "liberté"
La Francia de la “liberté” parece estar sufriendo, y probablemente también este aspecto colabora al mísero treinta por ciento de consensos (el punto más bajo de popularidad desde el inicio del mandato, uno de los más bajos de todos los tiempos para un presidente de la “République”) que grava sobre Hollande y su primer ministro, Ayrault (sondeos de hace dos días).
Francia se ha convertido en un país donde un hombre paseando con su familia un lunes de Pascua, en París, en los jardines de Luxemburgo – “Il Foglio” escribió sobre ello el 10 de abril pasado – puede ser detenido por la policía que le invita a que se quite, o por lo menos a que cubra - porque es “contraria a las buenas costumbres” -, la sudadera de la Manif pour tous: negra, sin letras, con sólo el dibujo en rosa estilizado de una familia formada por un hombre, una mujer y dos niños.
Una ultrajante familia de “Mulino Bianco”[i], la llamarían los heterofóbos militantes de este lado de los Alpes.
El 12 de octubre, sudaderas pro-familia
Así, mientras las autoridades gubernamentales son obligadas por los manifestantes contra la ley Taubira al “juego del escondite para todos” cada vez que se asoman a una plaza o visitan un municipio, la Manif pour Tous invitó a los franceses a desafiar la nueva intolerancia disfrazada de igualitarismo y a llevar puestas, el sábado 12 de octubre, las camisetas y sudaderas con la imagen de la familia mamá-papá-hijos (es la segunda “jornada nacional ‘vestidos con la sudadera’”, después de la del 8 de junio pasado).
También en Italia
El día 11 también los comités espontáneos de la Manif pour Tous Italia organizaron una salida pública contra la ley sobre la homofobia que se está debatiendo en el Parlamento italiano, “para defender la libertad de expresión” y para expresar el disenso “contra el diseño de ley Scalfarotto, un disposición ideológica que, de aprobarse en el Senado, no haría otra cosa sino impedir a los ciudadanos libres y a las asociaciones expresarse de manera civilizada sobre propuestas de ley como el matrimonio entre personas del mismo sexo”.
Mientras tanto, lo que está sucediendo en Francia demuestra que alguien ha hecho mal los cálculos.
La ilusión que el legendario apego al estado por parte de sus funcionarios hiciera acallar a la mitad del país hostil a la ley Taubira ha sido desmentida.
Alcaldes que objetan
Y lo ha sido a pesar del “romper las filas” del episcopado francés, más resignado de lo que está la gente común y, como se ha dicho, los alcaldes.
Entre titulares y adjuntos, son 20.140 los que solicitan no estar obligados a celebrar matrimonios entre personas del mismo sexo (para los que actualmente se niegan, se prevén sanciones de hasta cinco años de cárcel).
El abogado Geoffroy de Vries, que defiende las razones del Colectivo de Alcaldes para la Infancia, ha explicado al sitio web Atlantico.fr que “se trata de beneficiarse del derecho a oponerse a causa de la propia libertad de conciencia… para los alcaldes del Colectivo, la hipótesis del matrimonio entre dos personas del mismo sexo hiere profundamente su conciencia personal, porque toca el campo de las convicciones profundas sobre la vida, la pareja y la familia”.
Los alcaldes piden que no se les obligue tampoco a nombrar un delegado, sino que sea directamente un representante del mismo estado quien proceda a la celebración de la boda. La decisión se toma el 18 de octubre.
Y detrás de las motivaciones de derecho no será difícil entender en qué punto está la noche política, en una Francia siempre menos habitada por la “liberté”.
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[1] Mulino Bianco es una marca de galletas y dulces propiedad de la empresa Barilla. Cuando en Italia los heterófobos hablan de la “familia Mulino Bianco” lo hacen refiriéndose de manera peyorativa a la familia heterosexual, porque en la publicidad de esta marca siempre se presenta a la familia tradicional en un contexto idílico. Pero últimamente también podrían hacer referencia al polvorín levantado en septiembre de 2013 por el presidente de la empresa, Guido Barilla, cuando declaró en una entrevista que su empresa no incluiría parejas homosexuales en sus anuncios porque "no estoy de acuerdo con ellas. La nuestra es una familia clásica, en la que la mujer juega un papel central". Varias asociaciones por la defensa de los derechos de los homosexuales y algunos políticos como Alessandro Zan (Izquierda Ecología Libertad) promovieron un boicot a todos los productos de Barilla.
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