LIMA.-La supervivencia de un partido político, la prolongación de cualquier movimiento humano está ligada a la fidelidad de dicho colectivo a sus principios fundacionales. La fidelidad a los principios no implica una actitud inmovilista o pasadista, la lealtad política no equivale a la momificación ideológica; sin embargo, los principios de un partido político suelen ser lo suficientemente amplios como para permitir interpretaciones aplicables a contextos distintos sin desvirtuar la esencia de lo que en un inicio tal movimiento optó por defender.

Dicho esto, lo que los enemigos del PPC quieren hacer con el PPC equivale a su destrucción. No se trata de un cambio de estrategia, no es algo circunstancial. Lo que los enemigos del PPC buscan es desarrollar la quintacolumna que existe en todo movimiento para implementar la paulatina subversión de sus principios. Ciertamente, el PPC es libre de liquidar la “C” de su frontispicio, pero eso liquidaría gran parte de su historia para transformarlos inmediatamente en otro partido liberal más, de esos que casi nunca ganan elecciones por la futilidad de sus planteamientos.

El Partido Popular Cristiano no es un partido liberal. La doctrina social de la Iglesia sobre la que se funda el PPC no es una interpretación liberal de la política. Colisiona frontalmente en grandes aspectos con el ombliguismo liberal. La antropología social cristiana es muy distinta a la antropología liberal. La persona en el socialcristianismo está definida por su libertad responsable, por una libertad con límites morales. El orden político no está circunscrito a reglas de juego impersonales. La política, en la doctrina social de la Iglesia, es un evento de personas, de seres humanos, y por tanto, de relaciones directas inter comunitarias. La propia relación del poder es una relación personalísima y el realismo cristiano desconfía de las ficciones propias del Leviatán, dónde, supuestamente, conviven armoniosa e impersonalmente, poderes y organismos.

Ha hecho muy bien el Presidente del PPC, Raúl Castro, en responder a los ataques de los enemigos de su partido que aspiran a “modernizarlo” destruyendo sus principios. El maniqueísmo de los supuestos reformistas es intolerante, radical y claramente impopular. Es compresible, sin embargo, que los enemigos del PPC busquen convertir su doctrina, el vino bueno del pensamiento, en un brebaje de poca monta, difuminando sus principios con los postulados antinaturales del lobby gay. Sin embargo, lo que no es de recibo, es que se presente este abandono del pensamiento social cristiano como un acto de superación cualitativa, como una reforma necesaria y positiva.

La tiranía del pensamiento único, tan vinculada al relativismo liberal, intenta apoderarse del PPC con el apoyo de una quintacolumna reducida pero sedienta de protagonismo e infectada con la frivolidad liberal. Por eso, desconfía de tus enemigos, amigo pepecista. Desconfía de los que entonan los cantos de sirena de la “modernización” porque son portadores del viejo error liberal que cree, como todo vicio relativista, que los políticos pueden y deben transformar el vino bueno de los principios en un brebaje de poca monta, el caldo infeccioso del ombliguismo amoral.

Por Martín Santiváñez Vivanco
El Montonero
Axact

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