LIMA.- De comprobarse esta denuncia -con grabaciones, como le gusta al congresista Javier Bedoya- de absoluto desinterés -que un malpensado podría hasta calificar de encubrimiento- de la alcaldesa Villarán y de sus huestes frente a un presunto hecho de corrupción en el Servicio de Parques (Serpar), y que salpicaría a miembros de su Fuerza Social, esto sí que impactaría directamente en su línea de flotación, pues la honestidad ha quedado como el único argumento que esgrimen sus cada vez más escasos -y cada vez más agresivos- defensores mediáticos para rebatir, sólo con respecto a su persona, la tremenda ineficiencia que ha sustentado este proceso de revocatoria (los otros argumentos de defensa, como aquel de que la revocatoria desestabiliza la administración edil o que deja poco tiempo para gobernar, no levantan el colosal cargo de ineptitud que ha motivado sólo un máximo de 16% de aprobación y un mínimo de 60% de apoyo a la revocatoria, como este fin de semana mostraron dos encuestas). Sin embargo, dicha virtud es el único activo político (a pesar de algunas contrataciones polémicas y que hasta pudieron oler a una posible "argolla" -algo que es deshonesto-, como la de ese bachiller militante de FS por $2 mil mensuales o la hija de Javier "Diez Acciones") de Villarán (y ciertamente, la honestidad es vital, pero no es la única condición para gestionar una ciudad de casi 9 millones, pues de otro modo elegiríamos a nuestros alcaldes sólo entre clérigos o aspirantes a santos).
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