ARGENTINA.- Grupos feministas de España están trabajando en un proyecto de ley para alcanzar, definitivamente, una supuesta igualdad entre géneros.

La iniciativa incluye medidas como la prohibición de disfraces de princesas para las niñas, de vaqueros para los niños, y la obligación para los hombres de orinar sentados. Para asegurar el cumplimiento de este deber, se suprimirán los mingitorios, y si un hombre es sorprendido orinando de pie en un inodoro, será sancionado con fuertes multas.

En realidad, algunas de estas cosas ya están en vigencia, no sólo en España sino también en la Argentina. La que parece más sorprendente, y no lo es tanto, tiene ya un principio de aplicación en nuestro país e incluso en Córdoba, con los llamados “baños igualitarios”. La legislatura de la CABA se dispone a tratar un proyecto para que todos los baños públicos, incluyendo los de bares y confiterías, se adecuen a esas pautas. No habrá más baños para mujeres y baños para hombres, porque esa diferencia supone una discriminación, absolutamente contraria a los nuevos paradigmas que están imponiéndose en la sociedad del siglo XXI. Es más, ya existen en Córdoba, en el ámbito de la Universidad Nacional, estos baños unisex, que son compartidos por estudiantes y docentes de ambos sexos. En todos los casos, quien ingresa al sector de estos nuevos sanitarios es advertido con una leyenda que le hace saber que en ese ámbito no se permite discriminación alguna por sexo o por género. Estas medidas guardan coherencia con los dogmas, ya casi unánimemente aceptados, de que hombres y mujeres son iguales. También lo son a la hora de orinar, pues unos y otros disponen de uretra, careciendo de mayor relevancia que la de los varones termine en el pene y las de las mujeres en el meato urinario.

Puede recordarse además, en la misma línea, el “tetazo” de hace un año, disparado por lo que se consideran asimétricas prohibiciones de exhibir el torso en las playas, según el sexo de los bañistas. Se adujo en esa ocasión que el seno de una mujer es esencialmente lo mismo que el pecho de un hombre.

Tampoco será novedad, cuado llegue a la Argentina, el “desprincesamiento” de las niñas. Ya son aquí un hecho la gradual caída de los concursos de reinas, y muy recientemente, en los últimos carnavales, la Municipalidad de Córdoba recomendó a los organizadores de los corsos que se suprimieran esos certámenes, cuya permanencia supondría mantener estereotipos de belleza femenina que incluso pueden ser disparadores de violencia de género. Hay también en nuestra Legislatura un proyecto para prohibir lisa y llanamente estos eventos.

Algunos han señalado lo que parecen ciertas contradicciones en estas profundas reformas que viene concretando el feminismo en el comportamiento social. Se ha apuntado, por ejemplo, que no sería coherente autorizar por un lado a las mujeres a exhibir sus pechos libremente en las playas, por razones igualitarias, y por otro, promover la proscripción de chicas bonitas en concursos como el “cola reef”, o las porristas del fútbol (“las boquitas”), o las promotoras del automovilismo. Se ha dicho en definitiva, desde sectores no feministas, que no parece lógico luchar por la libertad de la desnudez para todas, y al mismo tiempo impedir a algunas mostrarse en ciertos eventos en los que, en la mayoría de los casos, lo hacen a título profesional, como un medio de vida. Lo que ocurre es que más allá de esta aparente contradicción, se trata de dos géneros de medidas, que responden a diferentes dogmas de la ideología.

Las primeras, las que promueven la libertad para la exhibición de los senos en las playas, son un derivado del principio de igualdad. (“Si un hombre puede exhibir su torso también puede hacerlo una mujer”). Las segundas, las que apuntan a la desaparición de los concursos de belleza y a la prohibición de espectáculos en los que se exalta el cuerpo femenino, son una consecuencia del principio de “no cosificación de la mujer”.

Lo que sí se advierte es un común denominador en el cambio radical que propone y lleva adelante el feminismo. En todos los casos, se apela a una fuerte intervención del Estado para que regule, hasta en los rincones más íntimos, los comportamientos individuales. Los baños públicos unisex y la prohibición para los varones de orinar parados, puede, a priori, sonar para algunos como una exageración, algo así como ir demasiado lejos, pues en verdad lo que se propone implica una suerte de modificación de las leyes de la naturaleza. Por ese motivo, hay quienes dudan de que las iniciativas logren concreción.

Sin embargo, teniendo en cuenta el altísimo nivel de eficacia que ha alcanzado el nuevo feminismo a la hora de derribar cánones y prejuicios, hay motivos para suponer que también son altas las probabilidades de que sea exitoso su avance contra las leyes de la biología.
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