ESTADOS UNIDOS.- “A diferencia del movimiento por los derechos civiles de los negros de los años 60, que buscaba la corrección de la conciencia y la cultura americanas con espíritu constructivo, los activistas woke”, añade Mohler, “quieren desmantelar la civilización occidental, en la que ven la fuente de un sistema opresivo”.
El reverendo King recuerda en su mensaje El Cristiano y el Comunismo que Lenin fue el táctico real de la teoría comunista, quien dijo: “Debemos estar decididos a utilizar la traición, el engaño, la ilegalidad, la ocultación y el enmascaramiento de la verdad”.
La historia moderna ha conocido muchas noches de pesadilla y días de horror, porque los discípulos de Lenin tomaron en serio esta declaración. En un talante similar, solo que frenados por el amparo legal que aún protege las democracias, los activistas woke creen que está justificado “cancelar”, boicotear o avergonzar (public shaming) a quienes discrepan. La generalización de esas prácticas ha dado lugar al nacimiento de la “cultura de la cancelación” (cancel culture).
A veces ni siquiera es necesario hablar para ser atacado por los woke, pues el silencio de los blancos ante la injusticia racial se interpreta como una forma de violencia, como dice uno de los eslóganes del momento: “White silence is violence”.
El concepto “política identitaria” se aplica a la política desarrollada por la nueva izquierda marxista, que considera que la sociedad está constituida por grupos de individuos que comparten una determinada identidad, ya sea sexual, étnica o cultural. Dichos grupos tienen en común el sentir que sus derechos han sido vulnerados.
Con la expresión “racismo sistémico” o “racismo institucional” denuncian la omnipresencia de un mal que permanece enquistado en la sociedad por efecto de unas estructuras injustas. Para expulsarlo hay que mantenerse constantemente en guardia y despiertos (stay woke).
La “culpa blanca” puede entenderse como la otra cara del privilegio: si los blancos viven mejor es por la discriminación histórica que pesa desde hace siglos sobre las minorías raciales y que en la actualidad demanda un programa de “reparaciones”. La culpa es colectiva y se hereda por el simple hecho de nacer blanco.
La “interseccionalidad” hace referencia al solapamiento de dos o más formas de discriminación, fruto de la confluencia de varias “identidades oprimidas” en una misma persona o grupo. Este concepto permite comprender por qué Black Lives Matter (BLM), una organización pensada en teoría para combatir el racismo, impulsa con fervor otras causas como la lucha contra el patriarcado, la “heteronormatividad” o el capitalismo.
La cuestión clave radica en el marco mental El problema central es el mainstream creado por los ideólogos woke. Según ellos, parece que hay una especie de “voluntad del pueblo” a la que llaman “veredicto de las urnas”, “mayoría social” o “voto mayoritario”, y arrogándose una autoridad totalitaria por esa supuesta mayoría ponen en peligro la división de poderes y la necesaria existencia de un órgano que defienda y proteja nuestros derechos y libertades, expresados en las constituciones, todo ello bajo la premisa de la existencia de una verdad unívoca (su “verdad”) que, en realidad, solo pretende imponer una ideología.
A lo que nos enfrentamos no es a un simple marketing político: se ha creado una narrativa populista que trata de crear los marcos mentales propicios para facilitar el objetivo de imponer esa visión ideologizada en la sociedad. Hoy día se asfixia la diversidad, la posibilidad de disensión o de pluralidad, de libertad de expresión. Porque, más allá de discursos políticos, la presión social se encarna en la imposición de un lenguaje concreto y una forma de pensar para no ser señalados o sentenciados a algo peor por esta nueva religión woke, que padece una tendencia comunista a perseguir a todo aquél que se atreva a disentir.
La amenaza en las sociedades de hoy no es el comunismo como tal, sino esa ideología derivada del comunismo y que se podría llamar filosofía woke. O asumes sus premisas ideológicas y bendices sus métodos, o eres cómplice de racismo, homofobia o intolerancia y, según ellos, está justificado el ataque al opresor, al que hay que derrocar invocando el espíritu revolucionario del comunismo.
Una conclusión realista
La Biblia claramente condena el comunismo de ayer y su variante moderna, por la negación de Dios, por la ignorancia del valor del individuo y por su desconsideración de la verdad natural, biológica, y de la realidad sobrenatural. Los cristianos deben contestar al reto de las filosofías comunistas (marxistas, identitarias, wokistas o progresistas) declarando la soberanía de Dios sobre la dignidad del hombre y por una demostración viviente de amor y un ministerio a todas las necesidades del hombre.
¿Qué es lo que se puede oponer al comunismo? ¿Cómo luchar contra él? Contra el comunismo materialista integral o el neo-comunismo de las ideologías identitarias no cabe más que suscitar el cristianismo integral. No retórico, disperso, sino de cultura universal, de justicia social universal. El comunismo fue el principal desafío del cristianismo en el siglo pasado y lo sigue siendo en su mutación presente. La batalla actual es una batalla espiritual para las mentes, almas y vidas de los hombres. El cristianismo complaciente no será suficiente para contestar al reto comunista. Solamente un cristianismo revitalizado y militante puede mantener la victoria.
Una intrépida declaración de la palabra de Dios debe ser hecha con valiente fe cristiana; además, fe aplicada radicalmente en hechos. La exhortación de Pablo a los Efesios sigue vigente como una llamada significativa para los cristianos de hoy.
¡Despiértate, tú que duermes, u levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo! Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Efesios 5:14-16.
Este artículo es el último de la serie titulada: "Del comunismo a la ideología woke" Por: Juan Carlos Parra.
¿Qué es lo que se puede oponer al comunismo? ¿Cómo luchar contra él? Contra el comunismo materialista integral o el neo-comunismo de las ideologías identitarias no cabe más que suscitar el cristianismo integral. No retórico, disperso, sino de cultura universal, de justicia social universal. El comunismo fue el principal desafío del cristianismo en el siglo pasado y lo sigue siendo en su mutación presente. La batalla actual es una batalla espiritual para las mentes, almas y vidas de los hombres. El cristianismo complaciente no será suficiente para contestar al reto comunista. Solamente un cristianismo revitalizado y militante puede mantener la victoria.
Una intrépida declaración de la palabra de Dios debe ser hecha con valiente fe cristiana; además, fe aplicada radicalmente en hechos. La exhortación de Pablo a los Efesios sigue vigente como una llamada significativa para los cristianos de hoy.
¡Despiértate, tú que duermes, u levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo! Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Efesios 5:14-16.
Este artículo es el último de la serie titulada: "Del comunismo a la ideología woke" Por: Juan Carlos Parra.
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