
LIMA.-Estoy seguro que la mayoría de homosexuales y lesbianas llevan una vida prudente y no se mezclan en escándalos ni en exageradas campañas mediáticas que, supuestamente, denuncian una –inexistente- discriminación o trato displicente en su contra. Los homosexuales, sean hombres o mujeres, merecen el respeto de todos porque son parte de nuestra sociedad.
Además, quienes respetamos la Constitución somos conscientes de que toda persona tiene derecho a la igualdad ante la ley y que nadie puede ser discriminado por motivo de origen, sexo, idioma, religión, opinión, condición económica o de cualquier otra índole. Sin embargo, tampoco deja de ser menos cierto que hay una minoría -de esa minoría- que vive demasiado comprometida con la ideología gay. Estos activistas proceden de los añejos sectores de la izquierda marxista, como por ejemplo del Partido Socialista Revolucionario, del hoy extinto PUM, así como de grupos progresistas y feministas alienados con las marchas europeas que promueven el libertinaje sexual.
Puestas así las cosas, dejemos de lado las hipocresías y reconozcamos sin tapujos que los sectores más radicales de gays, transexuales, travestis y bisexuales quieren hoy imponer su agenda política, y lo hacen enquistados en Fuerza Social y defendidos por la alcaldesa de Lima, Susana Villarán, quien no sólo encabezó una marcha pro-homosexuales sino que promovió junto al regidor Manuel Cárdenas una Ordenanza gay aparentemente inofensiva. Bajo el disfraz de tolerancia, de no discriminación y de los derechos humanos, lo que buscan es sodomizar los lugares públicos de la capital. Por eso vaya nuestro reconocimiento a los homosexuales que sí son discretos en sus sentimientos, como lo puede ser un heterosexual.
Pero que no venga una cúpula de activistas gays a promocionar las escenas más escandalosas y los arrumacos más descarados entre personas del mismo sexo, sea en restaurantes, ómnibus, calles o plazas. Quizá esta gente ni entiende que cada cosa tiene su hora y lugar, por lo que esa Ordenanza no solo era imprudente sino que fue inconstitucional al invadir fueros del Parlamento. Es necesario, entonces, que la izquierda gay respete la libertad de las personas y que no siga con su propaganda que trata de conseguir más adeptos a su causa. Porque así como nadie debe obligar a alguien a ser heterosexual, del mismo modo –a través de contrabandos- nadie debería obligar a otros a ser homosexuales. Por eso hicieron bien las iglesias evangélicas y las Apafas al salir a defender los valores de la familia, pues de lo contrario la voracidad gay no se hubiera detenido, ya que mañana o más tarde pediría mucho más hasta lograr derechos superiores a los que tienen los heterosexuales.
Fuente: Diario Expreso
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