
LIMA.- La propuesta de la ministra de la Mujer y Desarrollo Humano, Ana Jara Velásquez, de solicitar que se cambie el nombre de su portafolio por el de ministerio de la familia resulta sensata y coherente.
Desde el punto de vista principista y de valores se apuesta por trabajar en políticas que apunten a fortalecer a la familia como núcleo central de la sociedad, lo que es adecuado. Implica, con un enfoque integral, tratar los problemas de la mujer y del niño con una perspectiva más amplia, sin dejar de lado los avances en cuestiones de género y de protección de derechos, pero también sin caer en posiciones radicales y pretendidamente absolutistas, que lesionan otros valores.
Como bien ha dicho la ministra, “no debemos olvidar que el varón y la mujer tienen igualdad de derechos ante la ley. Creo que ya es momento de replantear el nombre, pero debe partir de un consenso nacional”. Aclaró, a renglón seguido, que seguiría atendiendo casos de violencia contra la mujer y buscando el respeto de sus derechos.
Al tiempo de rechazar el aborto, lo que es una apuesta por la vida y por los derechos de la persona humana desde el momento de la concepción, la ministra ha descartado, como método viable, la anticoncepción oral de emergencia o píldora del día siguiente.
La iniciativa de cambio de nombre y de objetivos merece, entonces, ser debatida primeramente en el Poder Ejecutivo. Sobre todo ahora que, con la reconfiguración del Gabinete, el nuevo Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social se concentrará en articular los programas sociales antiguos y nuevos, un ministerio de la familia podría aplicarse a enfatizar los valores de la familia, la vida, la solidaridad, el respeto mutuo entre los peruanos y la erradicación de la violencia en todas sus formas, sea en la familia, en la escuela o en la convivencia social.
Tan arduo objetivo demanda un permanente monitoreo y coordinación con las carteras de Educación, de Desarrollo e Inclusión Social, los padres de familia y los poderes públicos para abordar el problema en todas sus aristas.
Editorial: Diario El Comercio
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